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Inicialmente, quería darle un micrófono a las madres que trabajan con este artículo; crear un ejemplo tangible que diera palabras a la idea de que, a pesar de lo que algunas personas de mente pequeña podrían decir, ser una llamada "madre trabajadora" es, de hecho, algo positivo para innumerables familias. Entonces le pregunté a más de unos pocos grupos de madres: "¿Por qué trabajar te hace un mejor padre?" Una de las primeras personas en responder fue mi brillante amiga Rachel, quien resumió algo que había pensado un millón de veces con la siguiente pregunta:
"¿Alguna vez se le ha pedido a un padre que justifique por qué trabajar fuera de casa es la mejor decisión para su familia o si hacerlo lo convierte en un mejor padre? No. Las personas y la sociedad en general, que siguen sugiriendo de una forma u otra que todas mis decisiones deben estar relacionadas con mis hijos arriba, y potencialmente en detrimento, de todo lo demás puede apestar ".
No se detectaron mentiras, Rachel.
Por supuesto, siendo la excelente, feminista y respetuosa feminista que soy, tenía la intención desde el primer momento de discutir el hecho de que mientras escuchamos a "mamá trabajadora" todo el tiempo (¡somos nuestra propia demografía de marketing!) Nunca escucha "padre que trabaja". Parece que a los hombres se les permite tomar decisiones sobre sus vidas sin tener que separar su existencia. Y sin embargo, la forma en que Rachel lo expresó me hizo pensar: ¿esta misma pregunta contribuye a una narrativa que sugiere que las mujeres tienen que justificar sus carreras a través de la lente de la maternidad? ¿Que somos las madres primero y, francamente, las personas segundo?
Pero luego lo pensé desde el otro lado: si bien todo lo que dijo mi amigo es cierto, también es cierto que a los padres, en general, no se les ha pedido que participen en su paternidad de manera tan completa o rica como las madres. Por lo tanto, pedirles que equilibren el trabajo (que es un sistema que se ha construido en torno a ellos) y la crianza de los hijos (lo poco que les hemos pedido), francamente, no es todo un desafío: la barra de la crianza se ha establecido tan bajo.
Las madres que han ingresado a la fuerza laboral, por otro lado, se les dice injustamente que deben conducir su vida profesional como si no tuvieran responsabilidades familiares (la forma en que alentamos a los hombres a comportarse desde … para siempre) y sus vidas familiares como aunque no tienen responsabilidades profesionales. No se les permite más horas en un día, no más tiempo libre para atender a sus familias y, además, generalmente se les paga menos que sus homólogos masculinos.
Una solución, según lo veo, no es dejar de pensar en cómo la profesión de uno informa a la paternidad y viceversa, sino insistir en que los padres hagan lo mismo (y, me atrevo a soñar, reestructurar la América corporativa de una manera que acomode tal una cosa). Porque, la verdad del asunto es que las diferentes esferas de nuestras vidas se influyen mutuamente. Así es como lo ven algunas mujeres que han estado allí: