Tabla de contenido:
Cuando las futuras madres embarazadas se enteran de la posibilidad real de evacuar durante el parto vaginal, es comprensible que estén ansiosas. Quiero decir, nadie quiere hacer un tugurio frente a extraños completos en un momento que se supone que es mágico y cambia la vida. Excepto yo. Bien, entonces no es como si esperara que sucediera, pero no voy a ponerme nervioso porque, sinceramente, no me importa si me cago en la mesa durante el parto.
Mi hija fue entregada por el obstetra de guardia que tuvo que hacerse cargo de mi partera cuando la angustia fetal requirió un parto asistido por vacío. Había al menos una docena de personas en la habitación, incluido mi esposo, que se quedaron a salvo detrás de mi hombro durante la "acción". Sinceramente, no tengo idea de si me salí un deuce o no. En ese momento, ni siquiera se me pasó por la cabeza, ¿y después? Bueno, pensé que si sucedía, sucedía, y me alegro de no haber sido más sabio.
Llegaré con mi segundo bebé en unas pocas semanas, y mi actitud con respecto a defecar en la mesa se describe mejor como "al diablo le puede importar". No culpo a las futuras mamás que están preocupadas por eso, pero personalmente no estoy planeando sudar, y he aquí por qué: